jueves, 6 de enero de 2011

Acariciado por la brisa mañanera se desplaza el ciento siete por la calle corrientes. La maquina albergada de almas de oficio, rendidas por el sueño y por la desazón de saber lo que les aguarda, marchan en el Bondi mientras los paisajes van cambiando lentamente, como así sus ánimos.

Al llegar a la plaza sarmiento, se enciende el espíritu de los habitantes del ciento siete, al subir el grupete de obreros que trabajan en la construcción. Siempre suben alegres, haciendo bromas, cargadas, compartiendo chistes con el chofer, ellos reactivan, de alguna manera, la realidad de cada uno. Por allí se ve una risa cómplice del que viste siempre de blanco. Y se oye un comentario, bajito, de la parejita de médicos pasantes, y de pronto ya por O. Lagos, el colectivo se vuelve una unidad, una hermandad, una especie de núcleo social que empuja y que da fuerza a esa gente suertuda que siempre son los primeros en dar “ el puntapié inicial” al nuevo día.