jueves, 6 de enero de 2011

Acariciado por la brisa mañanera se desplaza el ciento siete por la calle corrientes. La maquina albergada de almas de oficio, rendidas por el sueño y por la desazón de saber lo que les aguarda, marchan en el Bondi mientras los paisajes van cambiando lentamente, como así sus ánimos.

Al llegar a la plaza sarmiento, se enciende el espíritu de los habitantes del ciento siete, al subir el grupete de obreros que trabajan en la construcción. Siempre suben alegres, haciendo bromas, cargadas, compartiendo chistes con el chofer, ellos reactivan, de alguna manera, la realidad de cada uno. Por allí se ve una risa cómplice del que viste siempre de blanco. Y se oye un comentario, bajito, de la parejita de médicos pasantes, y de pronto ya por O. Lagos, el colectivo se vuelve una unidad, una hermandad, una especie de núcleo social que empuja y que da fuerza a esa gente suertuda que siempre son los primeros en dar “ el puntapié inicial” al nuevo día.

martes, 22 de septiembre de 2009

Cíclico

Mi corazón dejo de latir en el preciso instante en el que colgó del otro lado el teléfono.
Agarre mis cosas, Salí de casa, espere el colectivo, subí, pase la tarjeta, me senté y comencé a ensayar un monologo que planeaba decirle cuando lo viera.
Observe a los demás pasajeros, unos iban serios, otros hablando entre ellos. Me pregunte cuantos sentían amor, cuantos sufrían de amor, cuantos morían de amor. Diviso la parada, le aviso al chofer, bajo, camino para su casa, no llego, no puedo, espero el bondi, subo, paso la tarjeta, me siento, ensayo nuevamente el monologo planeado, diviso la parada, le aviso al chofer, bajo, camino para mi casa, sintiendo que el corazón no ha vuelto a latir…

Pereza II

Es infinitamente extensa la lista de gente que toma el bondi por no caminar dos cuadras. Es imposible no pensar en la actitud ridícula, en lo mal gastado que estuvo ese viaje.

Soberbia

Siempre observe como los choferes disfrutan, de no levantar a los que se paran en las esquinas incorrectas. Con esa actitud soberbia, donde ellos deben castigar, no levantando, a los injuriosos pasajeros.
El otro día, venia el chofer muy serio, muy de domingo por la tarde, cuando divisa a una pasajera en una esquina incorrecta, se le dibuja una mueca de sonrisa maléfica en el rostro. Cuando la chica le emite un insulto tan elevado, que todos lo oímos. El chofer se mostro ofendido, indefenso, angustiado. Para nada soberbio, todo lo contrario, muy humano. No sé si fue la sorpresa de que una chica de aspecto dulce emitiera semejante puteada, o si estaba simplemente sensible, muy de domingo por la tarde.

Ese ratito

El bondi es ese refugio obligado entre lo que paso y lo que va a pasar, ese rato en lo que pienso citando a un querido poeta “¿y a hora que me toca?, quiero que me toque…” si yo también quiero que me toque eso. Ese rato obligado a pensar en eso que me tiene así… como que no se. Ese rato para organizarme mi vida toda. Ese rato para listar los pasos a seguir. Ese rato para solo leer. O ese rato para mirar para afuera. A veces me hace falta, otras no lo quiero.
Colaboraciones

sin titulo

El otro día me pediste que te cuente una historia de bondi, pero no se ocurrió nada, salvo darte esto, que escribí en el bondi el otro día, que escuchaba a un grupito hablar a todo volumen: “Pobre”, “Suerte”. Ecos de sonidos que simulan ser dialectos. Palabras sin sentido ni origen, sin escrúpulos, sin pelos en la lengua. Palabras huecas, gestos falsos, lamentables momentos de desdichable comisura y luego la muerte, las drogas, internet, miserables costuras de la orbe social donde crujen los sentimientos y nos tragamos las miserias, nuestras miserias…
Y es la obligación, la obligación a interactuar la que nos mantienen firmes en este camino donde la metáfora es la vida misma, desde arriba del bondi.

Llegar a la parada

Llegar a la parada y no esperar ni un minuto el bondi un viernes por la noche es motivo suficiente para que nos cambie el humor y nos haga sentir algo afortunados, aunque después resulte como resulte. Entonces me subo con mi nuevo humor y voy hacia el centro, cuando escucho una gran carcajada de unas chicas, que miraban hacia fuera desde la fila de dos asientos, sigo su mirada y veo a dos niñas golpeando sin cesar a un muchacho con unas escobas, en lo que parecía la esquina de un quiosco. Me pareció irónico que les cause tanta gracia un hecho como ese!
Sigo a bordo del bondi hacia el centro, pensando en lo hermosa que se ve la ciudad de noche, toda pintada lista para divertirse en sus diversas formas, cuando observo (en un momento que el bondi se detiene) a una familia encerrada en el de palier su edificio, encerrados por sus propios miedos, el miedo que les causaba un sujeto común y corriente que se estaba cambiando de abrigo a unos metros de ahí. Me pareció muy loco que ese nivel de paranoia se halla ido más allá del límite. Como la ciudad porta una máscara bien pintada, una máscara que cubre la soledad y la violencia, esconde los miedos y las risas, que desde acá arriba parecen ser lo mismo muchas veces.

viernes, 28 de agosto de 2009

El Señor

Lo vi todo, el señor primero comenzó a tener extraños movimientos de cabeza, daba la sensación que se le caía y el con mucho esfuerzo y brusquedad hacía la fuerza contraria para mantener su cabeza en una posición aceptable para no quedar dormido. Luego, lentamente, sus ojos comenzaron a cerrarse y por más que hiciera lo que hiciera el sueño iba apoderándose de él.
No le di importancia a la situación hasta que comencé a escuchar al señor roncar, si, el señor roncaba, roncaba fuerte. Las paradas pasaban y mi preocupación crecía, tal vez el hombre se haya pasado y el jefe harto de verlo llegar tarde por lo mismo día tras día, termine echándolo, o simplemente tal vez no sea mi problema y que el señor se joda por salir tanto de joda… pero tal vez tenga como cuatro trabajos porque tiene muchos hijos y una esposa con una pierna más corta que la otra…
Unas cuadras antes de bajar, decidí despertarlo, no le iba a decir ni buen día ni nada, solamente un… -señor se quedo dormido. Seguido de un pequeño contacto de mi mano y su hombro para asegurar su vuelta el mundo.
Cuando me disponía a llevar a cabo lo planeado, el celular del señor comenzó a sonar, este volvió en si como asustado, miro para todos lados avergonzado, se limpio el hilo de saliva que había despedido su boca entreabierta y se dirigió a la puerta trasera del colectivo. El señor bajo frente a una construcción y muchos señores vestidos como él, lo saludaron y juntos entraron a ese al lugar.

martes, 28 de julio de 2009

EL desubicado

El la miraba fervorosamente, sus ojos encendidos de deseo se posaron sobre su figura admirando cada detalle de su estética. Ella ignoraba su mirada pesada, esa mirada que habla sin cesar pero que no se escucha.
El se impacientaba, las paradas pasaban, la gente subía y bajaba aunque el tiempo pareciera no pasar, y el solo hecho de que ella siga ignorándolo lo ponía cada vez más loco, mas frenético, hasta que él se animo y dijo:
“ Ey rabiu ”, porque no bajamos juntos y apretamos un rato he? Dale muñeca, te pago un chori pan si queres?, “vamos bajemos y apretemos un ratito” ( y así continuo hasta la bajada de ella)
Ella se sonrojo de tal manera que no pudo contestarle nada, solo quiso desaparecer de ahí en ese instante. Su incomodidad fue tal que hoy esta aquí contando su historia.

jueves, 23 de julio de 2009

Pereza

Es muy dura la batalla que se libera entre el perezoso y el bondi, mas cuando el bondi se convierte en una especie de cuna gigante y nos mece en vez de llevarnos haciéndonos caer en un estado de ensueño, llevándonos a un tire y afloje constante – dormido – despierto – dormido – despierto.
Los parpados se hacen pesadísimos, se nos avecinan bostezos laargos y relajantes hasta que perdemos el dominio de nuestro cuello y comenzamos a cabecear.
Algunos cabecean hacia delante, otros cabecean hacia abajo, también los hay los que cabecean hacia atrás y/o arriba. Pero son los que utilizan la ventana como almohada los que se llevan mis felicitaciones, aquellos pasajeros que poseen la capacidad de dormir tan plácidamente en el bondi como en sus camas, aquellos que poseen un segundo reloj biológico que los despierta en el momento justo de su descenso, (capacidad digna de admirar!!).
Historia verídica de un gran perezoso:
Tomas tomaba el bondi 131, no hacia ni dos cuadras que ya caía bajo los encantos de la cuna gigante y se dormía profundamente todo el viaje. Como su pereza era demasiado abrupta, y no había reloj biológico ni mecánico que lo despertase, empleaba las vibraciones de la ventana como despertador. Entonces, en el momento que el bondi pasaba por unas vías cerca de su casa generaba las vibraciones suficientes para que el se despierte y se baje en su parada. Ahora supongo que utilizara el celular como despertador, pero no estoy seguro si ha modernizado sus métodos.